utópicas
porque la utopía es posible...
16.2.08
PSUV: IDEAS PARA EL DIALOGO Y EL DEBATE SOBRE EL SOCIALISMO VENEZOLANO Y EL PARTIDO QUE LO IMPULSARÁ
Alí Rodriguez AraqueAlberto Müller Rojas
IV Parte.
La necesidad del partido de la revoluciónNo se puede negar que en los procesos revolucionarios que le dieron la independencia política al pueblo venezolano, y luego sustituyeron el centralismo político unificador por la federación pluralista, fueron el resultado de la acción de la porción más conciente de los sectores no privilegiados de la sociedad convertidos en avanzada. Ellos acompañaron macizamente a una relativamente reducida porción de la elite, que con una conciencia humanista, bajo la conducción de un líder, actuó como avanzadilla de la avanzada, en el sentido militar de ambos términos.Positivamente, esa multitud se conformó como una fracción de tropas que se destaca a vanguardia y a distancia del cuerpo principal al fin de observar al enemigo y combatir sus posiciones avanzadas, mientras la Sociedad Patriótica, que colocó a Simón Bolívar como líder, y el Partido Liberal que escogió a Ezequiel Zamora para la conducción militar de la revolución, se ubicaron en las dos situaciones como avanzadillas, avanzada de la avanzada. Pequeñas segmentos que se adelantaron más y sirvieron de comunicación y apoyo para las primeras líneas de las avanzadas. Sin dudas, las avanzadillas en ambas situaciones conocían muy bien al adversario. Tenían conciencia de la naturaleza de avanzada de los terratenientes que servían a los intereses de las burguesías dominantes emergentes en las grandes potencias industrializadas.Pero la avanzada sólo percibía las posiciones adelantadas del adversario, que debían eliminar para lograr la victoria. En esas condiciones, aun cuando la avanzadilla planteaba la lucha de clases contra la hegemonía creciente de la burguesía a escala planetaria, la confrontación la planteó de hecho la avanzada, enfrentando a los terratenientes que controlaban directamente al país. Convirtieron esas confrontaciones en guerras campesinas, en las cuales el dominio de la tierra pasó a ser su objetivo político, en una Venezuela de esos tiempos, en donde las sublevaciones contra el régimen, y las teorías políticas de la época, no eran el factor desencadenante de las contiendas. Ellas eran la consecuencia del grado de desarrollo en el cual se encontraba el país, caracterizado por una agricultura extensiva; sin ningún progreso industrial significativo; carentes de vías de comunicaciones terrestres y fluviales, que conectaran el centro político con su periferia; con un comercio orientado a la exportación de materias primas de origen agrícola; y, la circulación del dinero, expresado en monedas extranjeras, era restringida a las castas privilegiadas y a la burguesía incipiente.En esas condiciones, un campesinado segmentado, como lo esta ahora el proletariado, entre aquellos sometidos a la servidumbre directa de los terratenientes, los arrendatarios y los pequeños propietarios (conuqueros), desorientado, dentro de una ideología igualitaria sin correspondencia en la práctica, como se anotó, fue fácilmente desbandado, permitiendo a la reacción conservadora la recuperación del dominio de la tierra, y con ello el control político del país. Un hecho que fue acompañado con el fortalecimiento de la burguesía comercial y financiera como producto de la expansión del comercio de bienes de utilidad bélica. En ese sentido, esas guerras fueron antecedentes de las guerras periféricas que se han desencadenado en la actualidad dentro del concepto de “guerras de cuarta generación”, para el dominio de espacios subdesarrollados con la finalidad de sostener el proceso de acumulación capitalista.Probablemente, otro hubiese sido el escenario si esa avanzada proletaria se hubiese organizado en un multitudinario partido, del cual fueran surgiendo generaciones de relevo de la avanzadilla que mantuviesen tanto el poder como la persistencia del proceso de avance humano de la sociedad venezolana. Carente de una institución de esa naturaleza, esa tradición progresista se desvaneció con la desaparición física de sus líderes y la disolución progresiva de las avanzadillas, producto de la debilidad de sus miembros, cuando no de la represión violenta de las fuerzas desintegradoras. Se trata de un estado de cosas que reproduce la dinámica universal al crear ese flujo y reflujo alternados de fuerzas que son complementarias entre si, y a la vez antitéticas, que ha originado las situaciones de crisis periódicas en nuestro país. En esa forma se hubiese mantenido la tradición innovativa que al interactuar organizadamente con la antitesis desintegradora no hubiese mantenido la vigencia de la fuerza de la inercia responsable del atraso relativo de la nación venezolana en el contexto del sistema internacional.Venezuela en la época actual de revolución socialNo hay dudas que en cada época de revolución social, cuando se llega “a una determinada fase de desarrollo –afirma Marx en su “Critica de la Economía Política”- las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes”. Y eso es lo que sucede hoy a escala mundial, con sus repercusiones en Venezuela. La revolución científico-técnica, que le ha abierto paso a la cibernética, la cual sustituye el trabajo humano por maquinas automatizadas, ha colisionado con el modo de producción industrial-mecánico que había venido dominando el sociosistema, debilitando las antiguas relaciones de producción que han definido la estructura social y, por consiguiente la superestructura ideológica, creando progresivamente las condiciones para instaurar unas nuevas, y cualitativamente superiores, relaciones de producción, que propicien el desarrollo de nuevas fuerzas productivas. Unas circunstancias que han estimulado la revolución política en varios países. Y, con poco espacio para la duda, ellas han favorecido, en el caso de Venezuela, aun cuando sea de manera inconciente, la transformación acelerada que experimentan las estructuras de nuestra sociedad, gracias a la revolución política desarrollada en su seno. Es evidente que en nuestro país se han venido materializando en la última mitad del siglo XX la formación de nuevos y variados centros de producción, algunos impulsados por el Estado, otros producto de la creatividad colectiva o privada, y que las empresas de trasfondo capitalista, privadas o estatales, han cambiado, muchas veces a regañadientes, su praxis, orientada al lucro, para adaptarla a las exigencias de una sociedad que no acepta más su situación de castas, y el correspondiente carácter rentista de su economía. Es un cuadro donde se propone la concepción socialista de la economía, sin que ello implique el constreñimiento de las posibilidades del Estado, o de las iniciativas comunitarias, o de la acción privada, para impulsar un modo de producción más avanzado. Un proceso que no coarta las libertades económicas, pues considera que la competencia es democrática, siempre que sea explícita, y no conduzca a la formación de oligopolios o monopolios. De lo que se trata cuando se habla de una idea socialista de la economía, no es como la concibió el socialismo real en términos de eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, para terminar colocándolos en manos de una burocracia que instaura un capitalismo de Estado. Eso ya sucedió en Venezuela, donde la mayor proporción de las empresas productivas están en manos del Estado. Lo que se propone es una reestructuración de la visión económica sostenida por el liberalismo.La óptica liberal de la conducta económica humana, que la considera como un campo de estudio autonomo que establece imperativos, es inaceptable hoy desde la perspectiva de la teoría del conocimiento. La tendencia hacia la unificación del estudio de la conducta humana como fenómeno complejo, cuyos distintos aspectos son inseparables, conduce a estimar que la búsqueda de una reestructuración de la economía no es una materia de una ciencia económica independiente, sino el resultado del estudio del complejo funcionamiento del sociosistema donde el comportamiento político y cultural es primordial. De manera que en una época de revolución social, como la actual, cuando las premisas tradicionales del metabolismo social/económico dominante no solo pueden ser cuestionadas, sino que además deber serlo, esta crítica, como lo dice Marx, no puede surgir en otra parte “sino en la arena política propiamente dicha”.En estas circunstancias, para coronar satisfactoriamente el objetivo original de la economía socialista, en el punto culminante de la crisis, la política revolucionaria debe transferir sus aspiraciones –en forma de poderes de toma de decisión efectivos a todos los niveles y a todas las áreas, incluida la economía- al cuerpo social, del cual emanarían nuevas demandas materiales y políticas. Esta parece ser la única manera como la política revolucionaria podría mantener su propia estrategia, en vez de militar contra ella como lo hizo el socialismo real del siglo XX.Los movimientos sociales y el socialismoDentro de ese cuadro, surgen movimientos sociales poderosos, que se alinean con esfuerzos similares transnacionalizados, como los representados por las organizaciones laborales, feministas, juveniles y estudiantiles, indigenistas, afroamericanas, pacifistas y ecologistas, que buscan la igualdad entre los seres humanos, dentro de la idea de un desarrollo sustentable, que propenda a un equilibrio entre los distintos componentes de la humanidad, y entre ella y su entorno natural. Son corrientes sociales, que en el capitulo venezolano se han incorporado activamente al proceso revolucionario, fortaleciéndolo moral y físicamente. Su aspiración de igualdad entre los seres humanos, y de respeto al entorno natural, los coloca frontalmente en contra de las políticas conservadoras del neoliberalismo, que acentúan las diferencias humanas, y amenaza seriamente la vida en el planeta. Un hecho que en principio satisface la idea de la igualdad entre los seres humanos, propia del pensamiento socialista en todas sus etapas, muy acentuada en la ideología nacional, y el respeto al ámbito natural como espacio biológico que hace posible la vida de hombres y mujeres en el planeta. En ese contexto, seguramente la mayor parte de los integrantes de estos movimientos comparten el pensamiento socialista. Pero aun sin hacerlo, ellos fortalecen el pensamiento humanista, implícito en el socialismo, particularmente cuando luchan por la igualdad que está en su esencia. De modo que constituye un imperativo categórico para los hombres y mujeres, que sostienen esta tesis socialista, el apoyar estos movimientos como expresión de los más altos ideales de la civilización humana.La pequeña burguesía en la revoluciónNo hay dudas que la reacción interna de la burguesía transnacionalizada frente al proceso revolucionario bolivariano aprovecho la fuerza acumulada en la pequeña burguesía, convertida en burocracia del aparato de estado y de las empresas productivas públicas y privadas. Utilizó para ese fin los sentimientos que provoca la situación estamental en la cual se desarrolla su devenir social. Un estado basado en la consideración social fundada en un prestigio hereditario o profesional, no vinculado al orden económico que determina su poder adquisitivo y las maneras de adquirir ingresos. La sensación de pertenecer a una categoría social superior, en un orden extremadamente jerarquizado, le ha venido proporcionando un “orgullo de clase”, incompatible con el proceso de proletarización al cual ha venido siendo sometida, por la acumulación de la riqueza en la burguesía que controla el capital productivo y financiero. De hecho, de sus filas ha surgido lo que algunos sociólogos denominan “nueva pobreza” originada por la desvalorización o pérdida de sus haberes personales y de sus fuentes de ingresos.No le fue difícil para esa oligarquía lograr su cometido. El imperio de la mediocracia (de los medios masivos de comunicación), que se alimenta en la mediocridad y se complace en las olas de la banalidad, ha sido el instrumento para obtener sus fines. Cada día, durante más de tres generaciones, la trivialidad se ha convertido en el aspecto dominante de la cultura de este sector social, que va poblando su memoria de historias y actos sin dimensiones temporales y espaciales. La condición necesaria y suficiente para la existencia de ese imperio virtual conformado por el mercado globalizado. Se les cambió a sus miembros su condición de ciudadanos por el simple papel de consumidores, no de los bienes necesarios para elevar la calidad de vida, sino de baratijas que han satisfecho su vanidad. El liberalismo así ha abonado su tendencia a la expansión, al crear nuevos productos que mantengan el capital en movimiento, impidiendo la obsolescencia y pérdida de valor de los viejos y la desvalorización del dinero.Así se masificó este segmento del pueblo venezolano que para la década de los 90 representaba el 13,65% de los habitantes del país. Un proceso que implicó su fascinación por la idea de la posibilidad de un ascenso social dentro de un contexto signado por la libre competencia. Un hecho que implicaría, al menos, el mantenimiento de su “prestigio”, que no es personal sino adquirido por su situación estamental. Ese fenómeno de la masificación facilitó rápidamente su colocación en lo extremo. La sospecha enunciada de la posibilidad irracional de pérdida de sus bienes personales, e incluso de sus propios hijos, a causa de la política revolucionaria se transformó ipso facto en indiscutible evidencia y, un principio de antipatía hacia los sectores marginados de la sociedad pasó a constituir en segundos un odio feroz. Circunstancias que se han puesto de manifiesto con sus conductas pueriles que sirvieron de alimentó a la violencia conspirativa que se manifestó el 2002.No obstante, de su seno surgieron corrientes, evidentemente minoritarias, que con plena conciencia de su situación se han sumado a los movimientos sociales de cambio. La organización denominada Clase Media en Positivo, de la cual se desprendió por razones estratégicas y tácticas la designada como Clase Media Revolucionaria, se han convertido en fuerzas sociales significativas, que sumadas a las mencionadas en el acápite anterior, comparten las posiciones que favorecen la igualdad y el antiimperialismo. Por ello son movimientos que como aquellos deben ser estimulados por quienes comparten los ideales socialistas. Su acción, ciertamente ha permitido al menos la desmovilización de ese sector alienado.La guerra de resistencia parte del pensamiento socialistaDebe ser indiscutible la orientación pacifista que anima el pensamiento socialista. El rechazo a la guerra, como medio para la obtención de objetivos políticos, para sustituirla por el dialogo y el debate, debe ser un fin de la acción revolucionaria. La declaración constitucional del territorio venezolano como zona de paz, es una expresión de la voluntad popular de objetar las acciones bélicas como medios para imponer un orden social. Positivamente, este concepto que incluye la prohibición de recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza; la solución pacífica de las controversias; la no injerencia en los asuntos internos de otros estados; y, la coexistencia pacífica, corresponde a una actitud antibelica, motivada por el respeto a la vida, a todas las formas de vida existentes en el planeta, que esta en el fondo de la ética socialista, incluyendo en esto la reproducción racional del genero humano.En nuestra concepción, aparte de considerar el significado de la guerra para la acumulación oligopólica y monopólica del capital, ella es el mecanismo que enfrenta al proletariado de una comunidad política, con él de otra, cuyas burguesías compiten por el dominio del mercado globalizado. Ciertamente, son los sectores no privilegiados de las sociedades quienes se enfrentan a muerte en los campos de batalla, o en las áreas urbanas incluidas en los escenarios de conflicto en las confrontaciones actuales, donde se han borrado los límites entre las actividades militares y las civiles. Se han convertido estas confrontaciones violentas, especialmente por su traslado a los espacios periféricos subdesarrollados, en instrumentos para el control del crecimiento de las poblaciones que representan el submundo social de excluidos dentro de una civilización planetizada. Se trata de frenar las corrientes migratorias de pobres y miserables, quienes atraídos por el oropel de las viejas metrópolis coloniales, o neocoloniales, buscan en ellas la oportunidad para alcanzar niveles de vida cónsonos con la dignidad humana. Pero esa vocación pacifista no puede ser desarmada. Existe el riesgo de las intervenciones militares unilaterales, o colectivas, mediante el uso de las instituciones supranacionales de orden, controladas por las grandes potencias, o a través de coaliciones coyunturales, como la alianza anglo-alemana que bloqueo a Venezuela a principios del siglo XX, las cuales pondrían en peligro el proceso de cambios que se adelanta en el país. Eso obliga a incluir en el pensamiento socialista venezolano la idea de la guerra de resistencia, no solo como disuasivo frente a probables intervenciones foráneas, sino como praxis propia de la vida social, de modo de garantizar el ejercicio de la soberanía popular, dentro del marco de una democracia participativa.La necesidad de internacionalización de la revoluciónLógicamente, por mucha que sea la voluntad de resistencia de nuestro pueblo, las desiguales relaciones de poder existentes entre las potencias capitalistas que dominan la política internacional, y el poder nacional venezolano, no permitirían la neutralización, y menos la contención, de una ofensiva de las fuerzas neoconservadoras, acompañadas de una “quinta columna” interna articulada por la oligarquía desplazada. La alianza coyuntural con las grandes potencias opuestas al unilateralismo usamericano, y partidarias de un orden mundial multipolar, en particular la Federación Rusa, China e India; el fortalecimiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo; la potenciación del Movimiento de los No Alineados; y, el impulso a la consolidación de la Comunidad Suramericana de Naciones, deben ser parte del pensamiento actual de los socialistas venezolanos. Ese poderoso conjunto, junto con los movimientos radicales presentes en el mundo industrializado, y en los pueblos hermanos de las américas, con los cuales hay que ser solidarios, representan la antitesis al imperialismo dominante, en la contradicción básica entre el unilateralismo y el multilateralismo que caracteriza la dialéctica actual de la humanidad. Particularmente, la unificación de los pueblos que habitan en el continente suramericano, de acuerdo a su mejor tradición, en cuyo establecimiento jugó un papel dominante nuestro Libertador, Simón Bolívar, debe ser parte del ideario socialista, en esencia pacifista. Incuestionablemente, la conversión de este espacio en una región geoestratégica, con capacidad para influir en la configuración de un orden mundial donde exista un balance de poder, es una apuesta por la paz, en contra de la guerra, y un camino válido para la conformación de instituciones supranacionales que contribuyan a la sustitución del poder, por la vigencia del derecho. Es el modo de cambiar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), usada como medio para mantener el ámbito indoamericano como “patio trasero” de los EEUU, por la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), como un recurso para igualar las comunidades políticas conformadas en los espacios continentales americanos, y equiparar los sectores no privilegiados de estas comunidades, con las minorías que dominan sus economías y, con ello, sus sistemas políticos. Mientras el ALCA tiene como finalidad la liberación y normalización del comercio y la inversión en la región, con lo cual refuerza el poder de las plutocracias presentes en nuestros ámbitos geográficos, el ALBA las considera como instrumentos para la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Y en esa relación dialéctica, mientras que este último planteamiento, liderado por Venezuela, avanza en el mundo indoamericano y caribeño, la formula del ALCA retrocede ante la opinión publica regional, incluyendo sectores significativos de la sociedad anglo-norteamericana.La síntesis del programa socialista venezolanoTodo este ideario socialista no podrá cumplirse sin una fuerte intervención del gobierno del Estado venezolano, que concentra el poder principalmente por la administración de la renta petrolera; por dominar la mayor concentración de capital, dado su carácter de propietario de las principales empresas que conforman la base de la economía nacional; y, por ultimo, por monopolizar el uso legítimo de la fuerza. Eso supone un conjunto de medidas que incluyen:1. El fortalecimiento del poder popular mediante el desarrollo efectivo de los concejos comunales, y el debilitamiento del papel de las viejas estructuras de poder centradas en los órganos de gobierno, regionales y locales, que han respondido a la idea de la democracia representativa.2. El adelanto de un proceso de socialización incluyente, destinado a reforzar el espíritu nacional y la conciencia ciudadana, que implique el sano desarrollo de la personalidad, con conocimiento de su razón de ser; de sus potencialidades físicas y psíquicas; y, de su ubicación en el conjunto social, con el registro de sus semejantes, en situaciones sociales equivalentes, que le proporcione el sentido de clase. Una dinámica que le permita al ciudadano, desde su temprana infancia hasta el fin de su vida, compartir las ocupaciones cotidianas del vecindario donde convive, para aprehender los usos, costumbres y tradiciones que caracterizan la cultura de su pueblo; contar con un sistema educativo formal, que de manera continua y progresiva, permita el acceso al conocimiento científico y el dominio de las técnicas productivas, conjuntamente con su actualización permanente; y, la aproximación constante al conocimiento del acontecer humano, a través de medios de comunicación orientados a la información veraz y al sano esparcimiento.3. La promoción de programas de investigación científica y tecnológica, mediante el establecimiento de centros y redes de investigadores, con vinculaciones estrechas con sus equivalentes en el ámbito indoamericano, y a escala global, conjuntamente con el impulso al establecimiento de comunidades de conocimiento intercomunales que permitan su transformación social y cultural de los participantes, y la construcción social del conocimiento, partiendo de los saberes populares. Un esfuerzo que tiene que complementarse con la instalación de una infraestructura pública de telecomunicaciones, multimedia, facilitadora de los enlaces entre los variados actores individuales y colectivos que participan en estas actividades, y con los usuarios de los resultados de sus trabajos, los centros comunales y las empresas productivas. 4. El estimulo al desarrollo del aparato productivo, en una economía sustentable, a través de la creación de nuevas empresas públicas, comunitarias, y privadas, y el fortalecimiento de las existentes, con posibles asociaciones estratégicas con productores internacionalizados, mediante la inversión directa, las donaciones de capital, los créditos blandos y la asistencia técnica, legal y administrativa. Un objetivo sólo posible por el control directo del estado del sector financiero y de la política monetaria. Se trata de una acción que tiene como fin la satisfacción de las necesidades internas por la producción de bienes y servicios compatibles con las capacidades que ofrece el país, y la producción de excedentes para estimular el comercio internacional, especialmente dentro del ámbito indoamericano, todo como un mecanismo en la lucha contra la pobreza y la exclusión que fundamenta la Alternativa Bolivariana de las Américas5. La implantación de una revolución agraria, no simplemente una reforma, incluyendo el desarrollo óptimo de la agroindustria, para aumentar la productividad de nuestros campos y borrar las diferencias abismales existentes entre las condiciones de vida urbana y las existentes en las áreas rurales. Es un mecanismo adicional para potenciar el mercado interno, y la producción de excedentes exportables, íntimamente ligado con la seguridad estratégica del Estado. Por ello, esta actividad se debe considerar como una función social del mismo rango que la defensa militar del territorio y la soberanía nacional, pues la seguridad alimentaria es una fortaleza en un sistema internacional signado por la conflictividad.6. La ampliación de los de los servicios de salud, educación, recreación, transporte, y de comercialización de bienes de consumo esenciales, en calidad de espacios públicos, como un mecanismo para la construcción de una sociedad igualitaria, con patrones de consumo que no dependan de la distribución de la riqueza. Con la existencia de mayores y mejores espacios públicos se tenderá a la homologación de los hábitos de los ciudadanos, y a la vida de todos en condiciones semejantes.7. El establecimiento de fuertes impuestos progresivos que obliguen a los más beneficiados de la vida social a contribuir proporcionalmente a sus ganancias con el desarrollo de sus semejantes, de las comunidades que constituyan, y del Estado.8. El articular las demandas igualitarias y libertarias de los movimientos sociales y populares nacionales, indoamericanos y globales, admitiendo la diversidad de los actores, y en conocimiento de las diferencias en las formas de lucha, culturas, identidades, cosmologías y propuestas libertarias, que hoy enfrentan al neoliberalismo globalizado y al imperialismo.9. Impulsar la participación de los ciudadanos y ciudadanas en la defensa militar del Estado, dentro de la idea del ciudadano-soldado, y la noción de la guerra de resistencia, en el marco de las fuerzas activas, de la reserva y la guardia territorial, como un mecanismo para defender el modo de vida que nos hemos dado concientemente los venezolanos, la soberanía nacional y el territorio patrio.10. Adelantar una política exterior que tenga como finalidad propiciar el multilateralismo, para construir un sistema legal internacional que garantice los derechos de los pueblos, y los individuales, teniendo como objetivo inmediato la construcción de un orden internacional multipolar, que garantice un balance de poder que minimice los riesgos de la guerra. En ese campo debe ser prioritaria la integración de los pueblos indoamericanos, en una región geoestratégica, para lograr la influencia suficiente en la configuración de la estructura internacionalEL PARTIDOLa fuerza electoral chavista y la revolución bolivarianaCiertamente, los venezolanos, y la población mundial en general, hemos presenciado la actuación, inédita en este momento de la historia, de ese proletariado, que comportándose de manera racional, ha producido la revolución política que ha colocado en sus manos el control de las instituciones de gobierno venezolanas. Un cambio que ha incluido el desarrollo de políticas públicas, que en general se han venido ajustando al programa de 10 puntos, que sintetiza la tesis política del socialismo venezolano, arriba expuesta. Nos ha sido posible observar su resistencia activa y pasiva, presente especialmente desde la década de los 80, que dentro de una gran lógica, y con un mínimo uso de la violencia política, logro instalar, empleando los mismos métodos que ofrece la democracia representativa, en 1999, al frente del gobierno del Estado, al liderazgo castrense, que como su avanzadilla, produjo las rebeliones militares del 4 de febrero y el 27 de noviembre del año 92. Fue una resistencia, en la cual su sector más avanzado realizó movilizaciones de protesta en los espacios públicos, que alcanzaron su cenit el 27/2/987, con la rebelión social, conocida como el “caracazo”, precursora de las intervenciones militares arriba mencionadas, apoyando al mismo tiempo, políticamente, a los partidos y movimientos de izquierda, que al menos expresaban públicamente las contracreencias que informan el pensamiento socialista. Una conducta, que les proporcionó a estas organizaciones políticas, espacios en el Congreso de la República, y el dominio de algunos gobiernos regionales y locales, desde los cuales su contribución al movimiento de cambio fue poco efectiva y de baja calidad, dado su extrema división. Mientras su segmento menos conciente, sumido en la apatía, por la desconfianza y el temor a la cruenta represión en curso, practicaba una resistencia pasiva por su abstención en la participación en los procesos políticos y sociales, que habían abierto los espacios para la formación de las instituciones en las cuales se sustentaba el sistema político. Incuestionablemente, ambas actitudes y conductas fueron los factores dominantes para el desvanecimiento del aparato de poder que había controlado el Estado, con pocas variaciones, y momentáneas interrupciones, desde 1830.En esas circunstancias, la campaña electoral de 1998 revivió la contradicción presente desde la era colonial, que ha enfrentado a los sectores sociales con privilegios positivos, asociados con una burguesía naciente, contra las fracciones de la población, negativamente privilegiadas, que en condiciones de esclavitud y servidumbre, han proporcionado la fuerza de trabajo, tanto a la sociedad feudal dominada por los terratenientes de la era colonial y el primer siglo de vida independiente, como a la sociedad capitalista que se conformó con la irrupción de la explotación petrolera en el siglo XX. Se había iniciado así la configuración de ese orden mundial, en el cual los espacios periféricos, con sus poblaciones en condiciones de subdesarrollo, complementaban, con sus recursos y fuerza laboral, el ciclo económico de un mercado que se globalizaba aceleradamente. Y en ese marco, principalmente a través de una organización fundamentalmente de carácter electoral, el Movimiento V República, en asociación con las organizaciones políticas que agrupaban principalmente las fuerzas socialistas presentes en el país, que en su conjunto constituyeron el llamado Polo Patriótico, se conformó el pueblo chavista. Un conjunto heterogéneo, así denominado por su vinculación directa con el líder del proceso revolucionario, que ha sido la base del régimen de transición que ha dominado la realidad política venezolana desde 1999 hasta el presente. A ese conjunto híbrido le ha correspondido en ese lapso no sólo el papel de mantener electoralmente la vigencia del proceso revolucionario, sino también contribuir, conjuntamente con el sector progresista de las instituciones militares, a la defensa contra las acciones de hecho, que en el marco de la guerra asimétrica ha venido ejecutando la reacción neoliberal.La Revolución Liberal Restauradora, la lucha de clases y el Partido Comunista Venezolano.El antecedente más inmediato de la emergencia de ese proceso revolucionario actual venezolano lo constituye la Revolución Liberal Restauradora de 1899, que tuvo como avanzadilla una asociación de liberales tachirenses, liderada por Cipriano Castro, quienes frustrados por el retorno de la oligarquía conservadora al control del poder del Estado, insurgieron, usando como avanzada el campesinado base de la pobreza estructural de la comunidad política. Se trató en sus inicios de un movimiento integrador, frente al cual reaccionó, no la aristocracia tradicional terrateniente sino el capitalismo materializado en la burguesía nacional, asociada estrechamente a los enclaves capitalistas de las metrópolis, en esos momentos dentro de un proceso marcadamente competitivo e, incluso, polémico. De hecho las dos guerras mundiales del siglo XX fueron expresiones de esa competencia entre las burguesías de las grandes potencias.Planteó abiertamente la Revolución Liberal Restauradora la lucha de clases en lo interno, y el antiimperialismo en lo internacional, en un momento en el cual ocurría una época de revolución social, producida por las transformaciones tecnológicas derivadas de la sustitución del carbón por los hidrocarburos. No extraña pues que en la primera mitad del siglo XX, con posturas similares a las de los rebeldes andinos venezolanos, ocurrieran otras revoluciones políticas en el ámbito externo, como fue el caso de la Revolución Mexicana y la Revolución Soviética en Rusia, aun cuando no hubiesen conexiones entre los protagonistas de esos procesos, que en primera instancia respondían a las circunstancias específicas que caracterizaban las realidades sociales en las cuales ellas se desarrollaron. Un hecho que no fue considerado por los teóricos del socialismo científico, quienes universalizaron sus tesis, surgidas de las realidades de las sociedades capitalisticamente avanzadas europeas. Pretendían, como también lo hacía el liberalismo, homogeneizar una diversidad presente en la materialidad, desconociendo los particularismos propios de cada realidad social. Un problema que enfrentarían tempranamente en el marco de la revolución rusa, con la cuestión de las nacionalidades dentro del enorme espacio dominado por el Imperio zarista.Le correspondió enfrentar a ese nuevo proceso integrador, realizado totalmente en el marco político de la modernidad, a la reacción de la burguesía local e internacional, tal como ocurre en el presente. Un cuadro similar al existente en la actualidad. Por un lado a una “quinta columna” interna materializada por la llamada Revolución Libertadora, dirigida por el sector financiero de la burguesía nacional, asociada a los intereses de una empresa usamericana con concesiones en el área de los hidrocarburos. Mientras por otro lado, resistía un bloqueo naval emprendido por Alemania y la Gran Bretaña, a la par que rechazaba una invasión proveniente de Colombia, ejecutada por la asociación entre la aristocracia terrateniente, encuadrada en el partido Conservador, y la burguesía integrante de la facción denominada de “los gólgotas” del partido Liberal que desde 1880 hasta hoy ha dominado el escenario político del vecino país. En los hechos, el movimiento restaurador salió triunfante frente a esta reacción armada. Sin embargo fue derrotado por la disidencia interna encabezada por Juan Vicente Gómez, que aun cuando minoritaria, y sin contar con el apoyo militar de una milicia regional revolucionaria, convertida en fuerza castrense del proceso, logró el control del poder con la asistencia directa de fuerzas militares usamericanas.Pero en esas circunstancias, a diferencia de las presentes en los procesos revolucionarios del siglo XIX, no se desvaneció la fuerza integradora. El núcleo de aquel movimiento integrador se mantuvo en el seno de las milicias, que institucionalizadas pasaron a formar el Ejército Nacional. Y es así como se produjo el primer hecho de violencia política revolucionaria del siglo XX: el golpe militar del 15 de enero de 1919. Fue una acción de fuerza ejecutada por jóvenes militares en asociación con el movimiento estudiantil, viejos revolucionarios e intelectuales, quienes encuadrados en un frente de lucha se enfrentaron a la burguesía en control del poder del Estado dentro de la concepción ideológica del positivismo. Se trató de una conducta estimulada por el fracaso de los regimenes imperiales de Alemania, Austro-Hungría y Rusia, y el triunfo de las revoluciones mexicana y soviética. Se estableció así una relación persistente entre sectores de los mandos militares y el movimiento político que expresaba la fuerza integradora del país. Una relación que se ha materializado en una serie de insurrecciones cívico-militares, las cuales jalonaron el transcurso del devenir político nacional durante todo el siglo XX, hasta culminar con las rebeliones ya anotadas del 4F y 27N de 1992.Dentro de ese grupo de rebeldes del año 1919 estarían algunos de quienes serían fundadores en México el año de 1927 del Partido de la Revolución Venezolana, que el 5 de Marzo de 1931 se convertiría en la clandestinidad en el Partido Comunista de Venezuela. Sería esta fuerza política la que le daría organicidad a la tradición radical presente en el país, enmarcándola dentro de la tesis del socialismo científico. Un planteamiento teórico desarrollado dentro del paradigma determinista que en el siglo XIX permitía la comprobabilidad de los fenómenos materiales. Responde esta proposición a la observación emperica realizada por Carlos Marx sobre la evolución histórica de los pueblos europeos principalmente, que permitió comprobar la existencia de una relación directa sobre las formas que la sociedad adquiere en cada momento de su devenir y el modo de producción dominante en esa determinada fase del desarrollo de las fuerzas productivas. Sería esta organización política la que difundiría las contracreencias contra el liberalismo económico que ha señoreado la realidad venezolana durante todo el siglo que pasó.El fraccionamiento del Partido de la Revolución frente a la hegemonía del Socialismo Burgués.Esas masas proletarias no volverían a actuar políticamente orientadas durante todo el siglo XX, sino en tres oportunidades: las revoluciones socialistas burguesas del 18 de octubre de 1945 , y del 23 de enero de 1958; y, la rebelión social iniciada en febrero de 1989, que ha dado pie a la revolución política que se adelanta desde 1999. Las dos revoluciones socialistas burguesas mencionadas, que organizaron en partidos de masas a los sectores populares, fueron realizadas por una parte de esa clase social dominante, en asociación con la pequeña burguesía, que deseaba remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad capitalista. En esa categoría se encuadraron los seguidores de las corrientes socialdemócratas y socialcristianas, con pretensiones de mejorar la suerte de los sectores negativamente privilegiados; las denominadas Organizaciones no Gubernamentales, bases de la llamada “sociedad civil” en las comunidades políticas organizadas dentro del neoliberalismo, con tendencias a la transnacionalización; las dirigencias sindicales y los miembros de los gremios profesionales; y, en fin, los reformadores nacionales de toda índole. Es el socialismo que ofrece libertad de comercio en beneficio de la sociedad en su conjunto; aranceles protectores para el desarrollo de la economía y el crecimiento del empleo; y, finalmente, como última palabra, la seguridad física de la vida y las propiedades para los “buenos ciudadanos”, mientras reprime cruelmente los sectores contestatarios y, prepara sus soldados para participar en conflictos regionales de mediana intensidad, como parte de las luchas globalizadas desarrolladas dentro del ya mencionado concepto de las “guerras de cuarta generación”.Lógicamente se trataba de fuerzas desintegradoras, pues en el fondo, con la extensión del concepto de “sociedad civil”, excluían una porción importante de la población y el espacio venezolanos: el sector social ocupado en una economía de subsistencia, componente de la llamada “pobreza estructural”; y, las extensas zonas dedicadas a las actividades económicas tradicionales. Positivamente, la noción de “sociedad civil”, que encubre la idea de la democracia censataria, consagró como actores políticos y sociales a aquellos agregados organizados voluntariamente, autogenerados, autosuficientes, independientes del Estado, y vinculados al orden legal vigente, excluyendo los sectores no organizados, altamente dependientes del asistencialismo estatal y generalmente asentados ilegalmente en barriadas y poblados improvisados, con ocupaciones informales. No obstante, paradójicamente fueron los integrantes de este sector social quienes proveyeron las masas de estos movimientos políticos, a través de la práctica de la demagogia expresada mediante el paternalismo y el clientelismo. De este modo no solamente cooptaron a este segmento de la población, sino que incorporaron a sus movimientos a la mayor parte de la clase trabajadora fabril y a los gremios de profesionales y técnicos, conjuntamente con un número significativo de intelectuales y académicos. Sería esta alianza la que dominaría el escenario político nacional desde 1945 hasta 1999, favoreciendo esencialmente el desarrollo de la burguesía capitalista, con énfasis en el auge de las empresas del sector terciario de la economía.Dentro de estas condiciones el Partido de la Revolución –el PCV- mantuvo el empeño no sólo de ejercer la oposición política, sino de difundir las contracreencias mediante las cuales se deslegitimaría la ideología liberal-capitalista que había venido ganando espacios desde el inicio de la explotación del petróleo en Venezuela. En el desarrollo de esa última tarea el ámbito preferido fue el movimiento estudiantil de donde emergieron la mayor parte de los cuadros que conformarían la vanguardia del movimiento integrador, aunque no carecieron de importancia cualitativa los cuadros provenientes de los incipientes movimientos laborales. Indisputablemente generó un movimiento político incorporador que trató de integrar en su acción a todas las facciones contestatarias y antiimperialistas presentes en la realidad nacional. Fue así como en 1936 se unió al Partido Democrático Nacional, del cual se separaría un año después, no sin perder algunos cuadros que conformarían posteriormente el partido Acción Democrática, protagonista principal de la instauración del socialismo burgués.En la década de los 60 del siglo pasado, y dentro de esta línea unitaria, el PCV se incorporó a la lucha armada iniciada por un grupo disidente de AD. Un segmento de esa organización política –el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR)- que deseoso de recuperar las banderas revolucionarias y antiimperialistas de esa organización política, se rebeló frente a la dirigencia de ese partido para buscar mediante el uso de la violencia política el control del poder del Estado. Se mantuvo la lucha armada por más de una década empleando técnicas de guerra irregular, conjuntamente con actos de violencia conspirativa ejecutados en combinación de cuadros militares, hasta que relativamente aislados, en las áreas periféricas de los enclaves capitalistas entraron en profundas contradicciones internas, iniciándose un fraccionamiento casi indetenible que debilitó el movimiento militar y políticamente. Fue, sin dudas esta etapa del proceso revolucionario venezolano del siglo XX, parte de la “guerra fría” que enfrentó a escala planetaria a las fuerzas del capitalismo liberal ya aceleradamente encaminadas hacia su descomposición, en la cual el libre comercio ha venido siendo sustituido por los oligopolios y monopolios, que conjuntamente con el capital financiero dominan un mercado globalizado en el cual la exportación de capitales adquiere más importancia que la exportación de mercancíasEl “chavismo”, el Polo Patriótico y la reunificación de las fuerzas revolucionariasLa diáspora de las fuerzas revolucionarias produjo más de una decena de partidos y movimientos políticos, medianos y pequeños (y hasta minúsculos), que asumieron dos líneas estratégicas separadas: aquella seguida por los más significativos mediante la cual, tomando las prácticas de la democracia representativa, trabajarían como vanguardias por la creación de la conciencia de clase en el proletariado; y, los que víctimas de la enfermedad infantil del izquierdismo se mantendrían en una lucha armada sin aparato político-social, y sin sostén logístico. Pero ninguna de las dos líneas de acción, al igual que en la práctica lo hacían los partidos ya clasificados como de centro-izquierda y centro-derecha, tomaron en cuenta el sector social donde se radica la pobreza estructural, que ha integrado una creciente población, alimentada por un alto crecimiento vegetativo y las migraciones de los países vecinos, donde se ha encubado el resentimiento contra el orden sociopolítico imperante. Animosidad que se potenciaría exponencialmente después de la imposición en el Estado venezolano del conocido “consenso de Washington”. De hecho fue este conjunto social el que se convertiría en el protagonista principal de los acontecimientos de febrero de 1989, mientras en los círculos de discusión de los movimientos socialistas era considerado impropiamente como una expresión del lumpemproletariado.No han tenido casi ningún impacto en la vida del país las facciones que han sufrido la patología pedriatica del izquierdismo, salvo la justificación del mantenimiento del aparato represivo por parte del poder establecido. Una maquinaria especialmente dirigida a la contención de los sectores sociales contestatarios ubicados en las barriadas urbanas y los poblados rurales. Pero no ha sido así el proceso que marcó la evolución de las organizaciones que asumieron las prácticas de la democracia formal. Con una actitud revisionista, de la cual hay que exceptuar al PCV, replantearon su tesis política del socialismo científico, adoptando en cada facción, en mayor o menos grado, la teoría complementaria de la “hegemonía cultural” de Antonio Gramsci, y tomando algunos de los planteamientos del eurocomunismo sobre el pluripartidismo como condición distintiva de la democracia y la preferencia hacia la construcción del socialismo en paz y libertad. Se trataba para ellos de casi un imperativo político dados los signos alarmantes de desintegración que mostraba el bloque comunista, por la forma como interpretó y aplicó la idea de la dictadura del proletariado el Partido Comunista de la Unión Soviética, con su efecto en la creación de una nueva clase privilegiada, y la imposición a la fuerza de la praxis del llamado socialismo real en los países integrantes del Pacto de Varsovia.Dentro de estas prácticas revisionistas, estos partidos y organizaciones políticas de la izquierda venezolana consolidaron el dominio de pequeños espacios en las instituciones parlamentarias de los distintos niveles de gobierno del país; el control de algunos estados de la federación y algunas municipalidades; y, espacios de influencia en el movimiento laboral y en el estudiantil propio de las universidades públicas. Pero la adopción de la praxis electoralista propia de la democracia representativa necesariamente implicaba el abandono de la tesis de la lucha de clases, aun cuando esta se mantuviera como slogan. Se impuso así el dominio cultural del bloque hegemónico del cual hace referencia Gramsci. Y dentro de estas circunstancias, estas facciones del movimiento revolucionario se convirtieron en rivales entre sí y, con fines únicamente electoreros, o dentro de la política parlamentaria, realizaron desde sus cúpulas coaliciones o alianzas coyunturales con los factores del poder establecido que confundieron sus bases y, sobretodo, a sus simpatizantes que conformaban el apoyo difuso a sus planteamientos. En esas condiciones lo más probable que hubiese ocurrido sí esas organizaciones de la izquierda hubiesen concurrido al proceso electoral de 1998, es que hubiesen tenido un destino similar al que han tenido los llamados partidos de centro: su desvanecimiento en el ámbito político venezolano, que a partir de ese momento se polarizaría entre el chavismo y la oligarquía del dinero, encabezada en aquella oportunidad por Enrique Salas Römer.Indudablemente su persistencia como organizaciones políticas con presencia protagónica en la vida nacional, tuvo como factor dominante el lanzamiento de la candidatura del Comandante Hugo Chávez Frías, quien había aparecido ante la opinión pública como líder de la avanzadilla conformada por el MBR200. Sobre la base de una organización política de marcado signo electoralista, se organizó bajo el liderazgo de Chávez el Movimiento Quinta República (MVR), que en ese proceso comicial su convertiría de lejos en el principal actor político organizado presente en el país. Un hecho que se originó, casi sin dudas, por la adhesión al movimiento de los sectores de la población que han formado parte de la pobreza estructural. Fue la fortaleza electoral de esta organización política la que prácticamente forzó la formación de lo que se conoció como el Polo Patriótico, que agregó no sólo a esas fuerzas de orientación socialista sino, incluso, a movimientos de la pequeña burguesía para formar un frente opuesto al bloque conservador neoliberal. Y ello no fue una decisión de las cúpulas de tales organizaciones. Ello fue el resultado de una presión de su militancia. Así se unificaron por las bases las fuerzas revolucionarias dispersas, que polarizaron los sectores indecisos del proletariado nacional. Y de esta manera, las clases y estamentos no privilegiados de la nación se convirtieron en Estado al obtener el triunfo electoral de diciembre de 1998, como lo había hecho la burguesía durante el régimen de J. V. Gómez, después de la transformación ocurrida en Venezuela con el advenimiento de la explotación petrolera. El frente revolucionario, la transición, y su eficacia políticaFue así como las bases de los partidos políticos de la izquierda y los sectores sociales excluidos articulados por el MVR, conformaron directamente el frente revolucionario bajo la conducción casi personal del Jefe del Estado. En ese marco, los cuadros dirigentes de tales organizaciones, incluyendo los seguidores militares inmediatos del Comandante Chávez, se convirtieron en las instancias intermedias entre el líder del proceso, que evidentemente marcaba su camino a partir del ejercicio de la Presidencia de la República, y la multitud que concientizada de su poder conformaba el apoyo duro al régimen de transición establecido. Un orden que se iba consolidando aceleradamente a través de la noción de la revolución permanente. Una noción que en nuestro caso se ha sustentado en la idea de la primacía del poder constituyente de actuación permanente y continua y con preponderancia sobre cualquier otro poder establecido coyunturalmente para el gobierno de la sociedad. De hecho se ha sostenido durante todo ese período de transición la posibilidad de transformar la sociedad rentista, donde solo existen pequeños enclaves capitalistas, en una sociedad adelantada, saltando la etapa de la consolidación del capitalismo, aprovechando las tensiones generadas entre los enclaves de modernidad y la mayoría de la población encuadrada en una economía tradicional o de subsistencia. Bajo estos supuestos la dinámica del régimen de transición se planteo, tanto por la reacción del bloque de poder desplazado, como por la acción del frente revolucionario –la multitud coaligada como avanzada- como una relación estratégica desarrollada fundamentalmente mediante una guerra psicológica en la cual los medios de comunicación masivos en manos privadas se convirtieron en los adversario inmediatos, y las demostraciones de fuerza mediante la movilización social por el control de las calles, conjuntamente con el golpe militar, se trocaron en su materialización concreta. Toda una acción interna que se inscribió aceleradamente después de la declaración de la llamada “guerra al terrorismo” por el gobierno de los EEUU, a partir de los hechos del 11 de septiembre de 2001, en una lucha que enfrenta la tendencia imperial con la inclinación hacia la multipolaridad. Unos hechos que transformaron la tensión doméstica venezolana en parte activa de ese enfrentamiento donde el escenario principal de conflicto lo configuran los países integrantes del llamado arco de inestabilidad. Un espacio que va desde la región andina de América del Sur, atraviesa el norte de África, desde allí recorre el Medio Oriente hasta llegar a Filipinas e Indonesia, al cual se le agregan las zonas empobrecidas de la nueva Europa (Rumania, Polonia y Bulgaria).Nadie podría negar en la actualidad la eficacia de este frente político para conducir y administrar las gigantescas movilizaciones sociales demandadas por los distintos procesos electorales desarrollados desde 1998 hasta el 2006, incluyendo el correspondiente al Referéndum Revocatorio de 2003, y las acciones de defensa del régimen frente al golpe de estado y el paro petrolero del 2002. Pero no ha sido igualmente efectiva su conducta en la acción constructiva destinada a crear las estructuras y superestructuras demandadas por la transición al socialismo. En estas circunstancias se probó que “la vanguardia”, ni organiza ni crea pertenencia, sólo ha distribuido lo que el sistema oficial ha separado para la gente. Ha sido el sistema informal de las misiones el que ha creado una pertenencia más profunda y una identidad diferente de la población no privilegiada venezolana. Ha sido esta organización fresca la que ha dado cuenta de un fenómeno al que partidos y sindicatos no han podido interpelar: los excluidos del sistema. De allí ha venido surgiendo un nuevo liderazgo que ha podido convocar a una multitud que hoy configura el apoyo duro al régimen. Y esa es la base social del poder del movimiento revolucionario venezolano actual.El Partido Socialista Unido de Venezuela como instrumento político de la revoluciónPero la persistencia del régimen político, en medio de las presiones psicológicas, económicas y militares de la burguesía globalizada, en asociación con la oligarquía colombiana, tutorada por aquella, y una “quinta columna” interna, conformada por la alta burguesía nacional y las clases medias, tradicionalmente dependiente de las sociedades capitalisticamente avanzadas, y en la actualidad, directamente de los EEUU, esta condicionada claramente a la eficacia de las políticas públicas que adelanta el gobierno revolucionario. Ciertamente, como lo señalase rotundamente Simón Rodríguez, en párrafo ya citado, “el hombre sencillo –constituyente de la avanzada- no gusta de hipótesis, porque no sabe suplir…”, le agradan los hechos. Por ello la ineficacia en el cumplimiento de los programas favorece la reacción. Y esta ineptitud es obvia en bastantes casos. Sin dudas, en mucho se le puede atribuir a la reacción de las fuerzas conservadoras, que han obligado a desviar recursos para neutralizarla; y, al sabotaje de una burocracia estatal infiltrada, que culpable o culposamente, obstruye la ejecución de los planes. Pero notoriamente, también tiene una responsabilidad significativa el desorden de la avanzada, por la falta de una organización que le proporcione coherencia y cohesión a su acción. Un orden que transforme el movimiento social reivindicatorio en una fuerza política capaz de impulsar las transformaciones estructurales y superestructurales, demandas por la revolución socialista.Un proceso que no podría ser realizado por una multiplicidad de pequeños partidos; sindicatos; gremios; grupos de interés; e, individualidades relevantes, como se ha fraccionado la avanzada, todos competitivos entre sí, en la búsqueda de espacios sociales de influencia para satisfacer sus intereses privativos, entre los cuales el peculio personal, inherente a la sociedad capitalista, a través de la corrupción de la función pública, no es extraño. Todo ello demanda de un partido político que posibilite la ejecución del proyecto socialista, y defienda el control del poder nacional por parte del pueblo organizado.El socialismo y el partidoEn este sentido, se debe entender que el socialismo no es una etapa determinada de la evolución del género humano en el planeta, vista desde una perspectiva física, y específicamente biológica. No tiene un carácter finalista, que lo convertiría, como ha sucedido con la visión neoliberal, en el “fin de la historia”, o en una etapa de transición para lograr la sociedad perfecta –comunista- que para todos los efectos tendría el mismo significado dogmático. Algo que se traduciría en términos políticos, en una confrontación permanente entre los seres humanos, tal como lo esta planteando “el capitalismo salvaje” con su esquema de “la guerra sin fin”. Tampoco es una “ideología salvadora”, como lo ha formulado el socialismo burgués, que consiente el liberalismo económico, creando la falsa esperanza de su humanización progresiva, mediante las reformas políticas. Ello ha tenido un efecto alienante en las sociedades, llevándolas a una actitud conformista que obstaculiza el avance humano, instaurando la demagogia como extrema deformación de la idea de la democracia, que es el valor más racional dentro de una ética de los motivos, orientada a la conservación de la vida. Como lo hemos observado los venezolanos durante casi un siglo, esta forma de pensamiento solo ha conducido a una extrema desigualdad entre las clases y estamentos sociales que conviven en la República. El socialismo es una tesis, desarrollada en el campo de las ciencias del comportamiento humano, sobre la posibilidad de establecer en una realidad material indeterminada, un orden social flexible, capaz de adaptarse a los cambios que ocurren en el mundo físico, y en la cultura humana, como consecuencia de su capacidad creadora que inventa artificios para facilitar su existencia, y la conservación de la especie. Es uno de esos ingenios, que como todos los que se han creado, de naturaleza física o metafísica, dependen de la voluntad humana, y de un proceso de aprendizaje. Dentro de esa consideración, el partido es una escuela para formar la voluntad, que sería su poder, a fin construir el socialismo, y protegerlo, como un activo que enriquece la democracia. De ese modo, el partido no reproduce los rasgos que han caracterizado esta forma de organización política hasta el presente. No es la expresión de una ideología, ni representa los intereses de una clase social, o alguna otra forma de asociación humana, que se convierte en un fin en si mismo. Tal como ha sido la concepción de los partidos en el marco de la democracia representativa liberal. Es un instrumento que asocia a hombres libres, que desean participar autónomamente, con un sentido democrático, y en ejercicio de su poder, en la formulación de las políticas publicas que hacen posible la convivencia pacífica con sus semejantes, para lograr su propia realización humana, en armonía con su entorno natural. En otras palabras, dentro del marco ético del socialismo. Así concebida la organización política, ella tiene un carácter esencialmente pluralista desde la perspectiva del pensamiento que lo orienta , pues aún cuando exista un acuerdo básico, sobre los valores que lo ubican, y los objetivos hacia los cuales se dirige la acción, se sabe de las diferencias naturales entre los seres humanos. En una aproximación que favorece la democracia directa, participativa en su esencia. Una forma de ordenar la realidad social, que reconoce los desacuerdos entre los intereses individuales, y de grupos concretos, derivadas de las variadas condiciones ambientales, sociales y naturales, dentro de las cuales se desarrolla su devenir. En ese sentido, cultiva la tolerancia como un valor esencial dentro del pensamiento socialista, y por lo tanto su ejercicio le da sentido a la conducta interna de los miembros del partido, y a la actitud de este frente al entorno externo. Reconoce como válidos para la solución de esos diferendos al dialogo y el debate, rechazando enérgicamente la descalificación, personal o grupal, como una expresión de poder que transforma las relaciones políticas en unas de naturaleza estratégica. No obstante, advirtiendo la existencia de la contradicción cultura-natura, presente en el ser humano, y en sus agregados sociales, que coloca la agresión física y psíquica como una posibilidad, el partido es un instrumento tanto para la acción política, pacífica en su esencia, como para la estratégica, de naturaleza violenta. Esta última, una actitud generadora de los comportamientos agresivos, que han materializando los escenarios de conflicto, en los cuales se han enfrentado, en la modernidad, nacional e internacionalmente, los socialistas con las fuerzas conservadoras e, incluso, los propios socialistas entre sí. De esa manera el partido se constituye en el sistema nervioso que activa el poder del Estado para la defensa de la soberanía popular.La “sinapsis” social como función esencial del PSUVAsí la organización política actúa como un neurotransmisor, provocador de las sipnasis que facilitan las uniones especializadas, que en el sistema nervioso envían señales de una neurona a otra, y desde este, vincula a tales neuronas con células no neuronales, como las musculares o glandulares, para provocar acciones individuales, constructoras o defensivas. La sipnasis entre las neuronas es la responsable de la creación de la conciencia individual. Se trata este concepto –el de sipnasis- de un término derivado de la combinación de los vocablos griegos, sin que significa “unidos” y, “haptenia”, que se traduce como “con firmeza”, por lo que al trasladarlo al contexto del partido, lo coloca en su esencia como instrumento para provocar con consistencia la unidad de sus miembros, dentro de una conciencia común, y a través de estos, cada uno en su entorno, se realice con los participantes en otras formas de organización social y política, para buscar la unidad del cuerpo social dentro del Estado. Se sustituye así la metáfora mecánica preexistente, que colocaba esta organización política, concebida como “vanguardia”, como una correa de transmisión entre un conjunto esclarecido, que transmitía sus conocimientos y decisiones a un proletariado desinformado e inconciente y, en general, a una sociedad macrocéfala, donde la energía se acumulaba en su “cerebro”, que movía las partes de su cuerpo de acuerdo a su voluntad omnipotente, y en su propio beneficio. Esa comparación, consona con el adelanto de la ciencia durante el siglo XIX y la primera parte del XX, y del progreso alcanzado en el campo económico, fue la que obstaculizó el ascenso del humanismo, en términos generales, y del socialismo específicamente. Positivamente, tanto el llamado “socialismo real”, como el socialismo burgués, en sus formas de organización, buscaron la acumulación de energía, como ocurre instintivamente en el marco de las fuerzas conservadoras, en las cúpulas dirigentes, transformadas en verdaderas oligarquías, que han venido usando el poder acumulado arbitrariamente, para someter a sus pueblos, y en el marco de las relaciones internacionales, creando ese orden extremamente jerarquizado, que en las comunidades políticas concretas se expresa con la condena de amplios sectores a la pobreza y la exclusión. Un cuadro que tiene su correlato en el sistema internacional, traduciéndose en lo que los propios estrategas del Imperio denominan como “arco de inestabilidad”. Una extensa área que va desde la región andina del continente suramericano, atraviesa el norte y el centro de África, y desde allí recorre el Medio Oriente, hasta llegar a Filipinas e Indonesia. Es una zona que coincide con lo que se ha identificado como “tercer mundo”, y donde se ubican las más grandes reservas minerales, principalmente petroleras y gasificas, los más grandes acuíferos y, la mayor biodiversidad, conjuntamente con los pueblos sumidos en la condición de subdesarrollo. Y es justamente el espacio donde están colocadas las bases militares adelantadas, desde las cuales se contienen los movimientos liberadores de esas comunidades, y del género humano.Precisamente será el intento de materializar esta metáfora lo que le dará la cohesión y fuerza al Partido Socialista Unido venezolano. Una realización viable por la revolución científica y tecnológica producida en el campo de la microelectrónica, que al potenciar hasta el infinito las posibilidades de obtener y organizar la información para su uso en la toma de decisiones, a través de la multiplicación de los canales de comunicación, ha facilitado la organización y dirección de las fuerzas sociales, y significado una potenciación de las fuerzas productivas. Se ha tratado de una revolución dentro de una época de revolución social. Ha sido, gracias a este cambio explosivo, como se han realizado revoluciones políticas significativas como la islámica en Irán, y nuestra propia revolución bolivariana. En su momento, resultó casi inexplicable el derrumbe de una monarquía, apoyada por el capitalismo globalizado, con una acumulación de recursos económicos y militares, que superaba escandalosamente los medios en manos de la masa proletaria iraní. Lo mismo que fue sorprendente, en el caso venezolano la movilización, a escala nacional, de nuestro proletariado durante el llamado “caracazo”. En la primera situación, fueron los “casetes” con cintas magnéticas, y los reproductores portátiles a batería, los recursos que permitieron crear la conciencia colectiva, y coordinar las acciones que transformaron el régimen político de aquel país, mientras en nuestro caso, los medios de comunicación masivos, y la telefonía celular, jugaron un papel decisivo en esa insurrección popular, que le abrió paso a la revolución en curso. De la misma forma han sido pasmosas las movilizaciones planetizadas realizas frente a las pretensiones de las empresas monopólicas y transnacionalizadas de dominar el mercado internacional, a través del control de las organizaciones especializas supranacionales, y las de naturaleza pacifista, realizadas contra el terrorismo bélico empleado por el Imperio para controlar los espacios del ya mencionado “arco de inestabilidad”. Dentro de esta idea, el partido debe introducir sistemáticamente, en su funcionamiento, la práctica de las llamadas redes de conocimiento, con la formación de sus miembros en el uso de los “infocentros” públicos, y el establecimiento de los propios, así como con la proliferación de los medios de comunicación alternativos. Es así como se logrará efectivamente las sipnasis que permitirá la unión y fortaleza de la avanzada socialista, y la cohesión del cuerpo social agregado en el Estado venezolano. De esta manera se colocará el partido en el escenario donde se realiza fundamentalmente la confrontación, dentro de las relaciones dialécticas presentes hoy en la vida social de los pueblos, y en las relaciones entre ellos: el ámbito de la opinión pública Se plasma, de esta forma, lo que fue una simple intuición de los radicales ingleses, que en el siglo XVII, le abrieron paso a las contracreencias revolucionarias, usando como medio las comunicaciones impresas, para ganarse esa opinión pública. Una praxis que abrirá la posibilidad de la materialización de la democracia directa participativa, tanto en el funcionamiento del partido, como en la vida de la comunidad política, convirtiendo en una realidad, lo que hasta ahora es una mera abstracción indefinible, denominada genéricamente como “socialismo del siglo XXI”.El partido como instrumento para organizar la multitud revolucionaria venezolanaBajo estas condiciones el partido tomará la forma pero no el fondo de los partidos de masas organizados por el socialismo burgués, puesto que él tiene que ordenar efectivamente, para las acciones políticas y estratégicas una multitud conformada por la porción avanzada del proletariado nacional. Pero una multitud no es necesariamente una masa. Es una numerosa concentración de gente, con conciencia de sus necesidades y aspiraciones, que se congrega, más por una coordinación tácita –un mecanismo psicológico que identifica sus propósitos comunes- que por la acción de una cúpula esclarecida. Es incuestionable que la avanzada social que ha facilitado la revolución venezolana ha sido conformada por una asociación casi espontánea de ciudadanos, concientes de su situación de pobreza, y de las condiciones inhumanas en las cuales se venía desarrollando su existencia. No ha sido un conglomerado sugestionable y crédulo, de conducta instintiva, que tiene una espontaneidad irracional, y puede manifestarse con la violencia y la ferocidad de un animal, que es lo característico de una masa. Masa ha sido la pequeña burguesía, que forma el estado medio de nuestra comunidad, la cual ha llegado rápidamente al extremo. Una situación donde la sospecha enunciada por la clase burguesa internacionalizada, se transforma “ipso facto” en indiscutible evidencia; un principio de antipatía pasa a constituir en segundos un odio feroz. Y masas fueron aquellas seducidas por la demagogia del socialismo burgués que ingresaron en sus partidos y organizaciones civiles, convirtiéndose en autómatas sin voluntad. No ha habido fanatismo, ni odio, ni incondicionalidad en el comportamiento de esta avanzada, y menos en la avanzadilla. Sus logros se han obtenido más por métodos persuasivos y disuasivos, dentro del marco de las reglas que impuso la burguesía dominante, que por el uso indiscriminado de la agresión física y psicológica. De allí que el costo que ha pagado por su victoria ha sido relativamente bajo, y la ganancia substancial, mientras sus adversarios han tenido grandes pérdidas solamente, no sólo en el escenario interno, sino en el internacional. La idea es la conformación de una organización multitudinaria, para formar cuadros calificados para la acción político-estratégica, y no al revés, como fue la práctica previa, que mantenía al proletariado, y a los sectores medios de la sociedad como siervos de la gleba.El partido como instrumento para la ejecución del programa socialistaEl partido se ha estado configurando alrededor de pequeñas unidades de acción, localizadas espacial o funcionalmente, en las cuales efectivamente se pueden realizar el dialogo y el debate, esenciales en la acción política dentro de la idea de la democracia, y ejecutar las actividades estratégicas destinadas a rechazar la acción violenta de la reacción conservadora, dentro de la concepción del “campo de batalla descentralizado”. Son esas unidades, que han recibido la denominación militar de batallones, por ser este tipo de unidad castrense la que ejecuta las acciones tácticas, demandadas por la actividad política, y su correlato estratégico, las que generan los circuitos socialistas como espacios para su acción, y escogen directamente sus voceros, para mediante redes de acción, realizar actividades más profundas en tiempo y espacio. Mientras estos voceros en asamblea física o virtual (mediante las redes de conocimiento), seleccionan sus delegados, para proporcionarle a la organización una dirección colectiva que oriente su acción política y estratégica en el contexto del Estado, e internacionalmente. Será este el mismo mecanismo para seleccionar sus representantes en las instituciones de gobierno, en las distintas instancias que organizan el poder público en Venezuela. Se trata de un mecanismo donde la dirección adquiere el poder moral que le suministra la legitimidad por resultados, y no la simple por procedimientos, o por representación, que ha caracterizado la acción de las cúpulas, que en el marco del socialismo burgués controlaron el sistema político venezolano durante los últimos 50 años. Un poder que se deriva de la autoridad que se obtiene, con lo que se llama justicia. Un valor que se alcanza por la compatibilidad de una acción o práctica política, con la configuración de valores prevalecientes en el pueblo venezolano. Una situación en la cual el partido se convierte también en un contralor social, para que la gente sienta que su gobierno y sus miembros dirigentes son justos o injustos, legítimos o ilegítimos, no solamente por la forma como llegaron a sus posiciones políticas, sino fundamentalmente por lo que hacen. En resumen, el partido como instrumento para la realización del programa socialista, es una esperanza para la posibilidad de un avance, en el sentido humano de los ciudadanos venezolanos, y un mecanismo de contribución de nuestro pueblo para optimizar las posibilidades de la paz para la humanidad en su conjunto, como una condición necesaria y suficiente para la realización de los hombres y mujeres que pueblan el planeta. Una esperanza que se acrecienta porque la burguesía venezolana se ha venido conformando con tanta timidez, tan cobardemente, y con tal lentitud, debido al temor que le surgió por la acción violenta y feroz de ese proletariado, durante la guerra federal, de mediados del siglo XIX, de modo que al momento en el cual se opuso amenazadora, después de su victoria en 1999, sucumbió rápidamente, esperando sólo la acción de sus socios externos, profundamente empantanados en sus guerras periféricas en el Medio Oriente y el Asia Central, y con su prestigio golpeado por su fracaso en la aplicación del llamado Plan Colombia, y en la búsqueda de la imposición de su política de dominación, expresada en el ALCA
Alí+Rodríguez+Araque Alberto+Müller+Rojas PSUV: IDEAS PARA DIALOGO DEBATE SOBRE SOCIALISMO VENEZOLANO PARTIDO QUE IMPULSARÁ.
Etiquetas: Alí Rodriguez Araque Alberto Müller Rojas, PSUV Publicado por utópicas en 13:45:00
domingo, 16 de marzo de 2008
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